Duelo y espiritualidad
Cuando cierro los ojos y me traslado al pasado, a mi infancia y adolescencia, que es ahí donde viví mis experiencias de pérdida o posible pérdida más dolorosas, puedo darme cuenta de cuánto enfado y rabia albergué contra Dios. Un Dios, que para mí no era justo ni bondadoso, sino alguien que me observaba desde arriba y desde una posición de superioridad; no pudiendo yo hacer ni decir nada al respecto, se limitaba a enviarnos castigos teniendo simplemente que aguantar y resignarme ante lo que sucedía. ¿Qué Dios compasivo hace eso?…¿castigar a sus hijos?… cómo debía comportarme era mi pregunta en numerosas ocasiones para que su rabia y enfado no me alcanzaran a mí ni a mi familia, amigos, vecinos, etc … muchas preguntas y ni una sola respuesta.
Cuando era mucho más joven recuerdo pensar desde mi inocencia y preguntarme: “yo, una niña agradecida siempre por todo, buena persona, responsable y con un comportamiento de adulta desde bien pequeña (que me ha marcado y mucho), por qué me sucedía lo que me sucedía”… como ejemplo menciono el suicidio de mi abuelo paterno (me preguntaba porqué permitía que las personas quisieran quitarse la vida por el dolor que sentían dentro y si él no era capaz de paliar algo así). Este evento me dejó sin una de las personas que yo más quería, la persona más amorosa y bondadosa que he conocido jamás …no pudimos compartir mucha vida juntos porque mis padres estaban separados y porque tomó la decisión de marcharse muy pronto pero, por todo lo que compartimos, pude atisbar el lazo tan especial que nos unía aún estando separados físicamente. Luego vinieron otras muchas vivencias de pérdida pero que no fueron muy impactantes, hasta la enfermedad de cáncer que atravesó mi madre, ya que dejó aflorar mi enfado más absoluto hacia Dios y mi miedo más profundo a no tenerla … de hecho recuerdo decir que para mí no significaba nada esa figura que había permitido que alguien como ella y su familia tuviesen que vivir algo así.
Pero, retomando el tema de esta entrada del blog “Duelo y espiritualidad”, me atrevo a decir que lo único que había en mí era confusión e ignorancia, porque religión y espiritualidad no son lo mismo, comparten la fe o confianza, pero yo las puse a las dos en el mismo paquete. Así nos lo han vendido y lo hemos comprado sin mirar el precio a pagar por ello. Todas estas creencias, al igual que tantas otras, echaron raíces dentro de mí como lo hacen los árboles que se anclan bien a la tierra y no fue hasta muchos años después (rondando la treintena) que puede ir revisándolos conforme las experiencias llegaban y, de manera amable, pude cuestionarlas y darme cuenta de que todo lo que me habían contado que era así porque sí, en realidad, no tenía ningún sentido para mí. Es ahí cuando comencé a interesarme mucho más por mi “autodescubrimiento” y por lo que era y significaba la vida para mí al transitar sus subidas y bajadas. Entonces comencé a ir a cursos, leer libros, meditar, paseos por la naturaleza, yoga… todo ello con la finalidad de indagar, reconocer y conectar más conmigo para vivir mi vida más acorde con los “ojos del alma” y no solamente con los ojos físicos del cuerpo. Así pues, se abrió de nuevo mi voluntad de reconectar con lo que realmente SOY, con mi espiritualidad, que siempre estuvo ahí aguardando a ser vista y reconocida porque es lo que somos, espíritus o chispas divinas viviendo una experiencia humana. Pero, de primeras la negué, rechacé y tapé por miedo e ignorancia.
Una de las primeras ideas con las que me topé de frente y detonó un no sé qué en mí es que soy completamente responsable y al 100% de todo cuanto “me sucede” y, lo pongo entre comillas, porque la vida ES pero como yo soy quien siente parece que me sucede a mí… pero la vida no me ocurre a mí (como Leire) sino que ocurre a través de mí. Es decir, algo sucede y yo decido en un instante y pensamiento fugaz cómo lo interpreto, reacciono y, entonces, paso a vivirlo. Así pues, la vida me presenta constantemente escenarios varios cuyas vivencias son agradables y otras no tan agradables, siendo la pérdida la que más nos impacta.
Y, entonces, cómo aunar o unir el duelo con la espiritualidad… desde la comprensión de que la vida no termina con la muerte del cuerpo físico. Con esto no quiero minimizar el dolor de la pérdida porque cuando es un ser querido la ausencia duele y mucho; no abrazar su cuerpo, verlo, tocarlo, escuchar su voz… todo esto nos impacta y de qué manera. Desde mis propias pérdidas y gracias a esa conexión conmigo misma que he ido cultivando y regando cada día y durante muchos años puedo decir que sí, que he llorado con la noticia de la trascendencia de mi ser querido (abuelos paternos, abuela materna, padre, mascota, amigos); que he llorado al principio de mi duelo, luego en muchísimas otras ocasiones más y puede que, aunque haya pasado tiempo, todavía me emocione al recordarles, pero todo ese trabajo interior me ha ayudado a ampliar mi comprensión y vivencia y a transitar mi duelo de una forma más consciente. De hecho, recordarles me hace esbozar una sonrisa que hace vibrar mi corazón. Pero, ¿cómo consciente? sí, consciente de que todo cuanto nace muere, que estamos aquí de paso y que la vida es un regalo donde compartir, reír, llorar, saltar, bailar, enfadarse, etc; aunque las personas que más queremos se bajen del tren y dejen de acompañarnos en algún momento y parada inesperada. Todo ello con el trabajo de duelo hecho y con la comprensión y el agradecimiento por el tiempo compartido. Por cada experiencia vivida y, sobretodo, con la confianza interna de que nos volveremos a encontrar en otro formato y en otro lugar distintos pero con el mismo amor a través del cual fuimos y seguimos siendo UNO CON EL TODO.
Doy gracias infinitas y abrazo desde el corazón a quien esté en duelo por la pérdida del tipo que sea. A menudo es un proceso o un transitar doloroso y lleva su tiempo y su ritmo atravesarlo, no lo voy a negar, pero que se puede atravesar y volver a sonreir estoy segura que SÍ es posible con la voluntad y la intención firme para ello.
** Por favor, todo lo que comparto en mi web es desde mis propias experiencias de vida y desde mi sentir. Si algo te resuena y te sirve maravilloso pero, si por el contrario, no resuena contigo no pasa nada y también es perfecto. Busca lo que te haga sentir en paz y adelante con ello.